El cambio a un estilo de vida más saludable, nos lleva a incluir productos “integrales” en nuestra dieta porque creemos que son más sanos. Pero, tal vez deberíamos referirnos a estos como “productos que dicen ser integrales”.
¿Por qué el pan integral es más sano?
Un cereal tiene tres partes, principalmente: el salvado, el germen y el grano. Cuando se refina, se le quita el salvado y el germen; eso conlleva desproveerlos de fibra, minerales y vitaminas. Cualquier cereal integral es más completo que su versión refinada.
¿Debemos consumir más cereales integrales?
En primer lugar, por lo general no debemos fomentar el consumo de más cereales por el hecho de que sean integrales. Ya comemos suficiente cereal como para aumentar su consumo en cualquier persona.
Nuestra dieta es excesivamente abundante en cereales refinados: al margen de los dulces, abundan las pastas y los arroces. Si hablamos concretamente del pan, en su mayoría es blanco y, por si fuera poco, los productos que suelen acompañarlo son, en su mayoría, embutidos.
Por lo tanto, no es recomendable aumentar el consumo total de cereales, pero sí fomentar las versiones integrales.
¿Por qué nos gustan más los cereales refinados?
Porque es casi todo almidón, más dulce, en definitiva.
Nuestro paladar está acostumbrado a sabores dulces por la oferta de la industria alimentaria que nos rodea, por lo que luego nos llaman menos la atención los sabores convencionales.
También, porque nadie se imagina a niños o adolescentes tomando productos integrales. Solemos pensar que eso no es para niños. Pero no hay ningún motivo para no dárselos, si no muchas razones de peso para hacerlo.
Los cereales integrales se pueden intercalar e introducir paulatinamente en la dieta de los niños. Alternarlos con los refinados para que se vayan acostumbrando es una muy buena manera de empezar.
El pan puede estar presente en nuestra dieta, pero existen mejores fuentes de hidratos de carbono.
La densidad nutricional del pan es escasa: mucho almidón y pocos nutrientes asociados (prácticamente es harina). Eso no quiere decir que haya que desterrarlo necesariamente de nuestra dieta; no lo consideremos «un veneno blanco», pero entendamos que cuanto menos, mejor. Y, si comemos pan como recurso entre horas, prioricemos siempre las versiones integrales.
¿Cómo podemos identificar un producto integral de verdad?
Por lo general, debemos ignorar los etiquetados “rico en fibra” o “integral” de los envases e irnos directamente a la lista de ingredientes (ni siquiera a la tabla nutricional).
En el listado de ingredientes identificaremos el origen de las harinas de nuestro producto. Lo crucial es que en el primer ingrediente ponga “integral” o “de grano entero”, independientemente del cereal que sea.
Si el ingrediente principal no es harina o sémola integral, el producto será refinado.
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